Creemos que la Biblia, compuesta por 39 libros en el Antiguo Testamento y 27 en el Nuevo Testamento, es inspirada por Dios (2 Pd 1:21). Es decir, en los manuscritos originales, los santos hombres de Dios fueron impulsados por El Espíritu Santo” para transmitir sin error la revelación directa y suficiente de Dios para la  humanidad. Estos 66 libros se unifican alrededor de la obra salvadora de Dios a través de la persona de Jesucristo.  La palabra de Dios es indispensable para la salvación y la santificación del creyente. Tanto el Antiguo como el  Nuevo Testamento llevan al creyente a entender la importancia de la obra de Cristo Jesús , y de igual manera ambos  testamentos lo llevan a reflejar el carácter de Cristo al revelar todas las cosas necesarias para llevar una vida que agrada a Dios (2 Pedro 1:3).

Creemos en El único (Deut 4:39) Dios eterno , creador, y que es soberano sobre todo lo que existe. Dios existe eternamente en tres personas, Padre (1 Tes 1:1), Hijo (Juan 1:14) y Espíritu Santo (Hch 5:3-4).

Creemos que Dios es infinito y que trasciende su creación (Salm 113:5-6). Sin embargo, Dios se ha manifestado a los hombres permitiendo que la humanidad pueda conocer su carácter a través de sus obras (Rom 1:19-21), su trato con la humanidad y las Escrituras que ha inspirado (Juan 5:39). En la creación, Dios nos muestra su poder absoluto, su majestad y su grandeza (Salm 19:1). Dios ha dado a conocer su perseverante fidelidad (Deut 7:9), amor, compasión (Exodo 33:19), misericordia (Efe 2:4-5) y justicia (Rom 3:24-26) en el trato con su Pueblo; en especial en la redención de los pecadores por medio de la muerte de Cristo (Rom 5:8).

Creemos que las diferentes profecías guardadas en las Escrituras nos hablan de su soberanía sobre todo evento histórico y de las vidas personales de cada individuo (Salmo 135:5-6) y demuestran la sabiduría de Dios (Rom 11:33).

Creemos que Dios tiene conocimiento absoluto sobre toda obra, pensamiento (Salmos 139:1-4) y evento de su creación.

Creemos que Dios se declara y ha demostrado ser absolutamente bueno (Salmos 100:5) y que sus intenciones y acciones siempre buscan dar de su bondad a sus hijos (Romanos 8:28).

Creemos que por todo su carácter y grandeza Dios es digno de recibir toda adoración y honor de parte de todo lo que existe. (1 Crónicas 16:25-31).

Creemos en la personalidad  (Ef. 4:30) y la divinidad (Hch. 5:3-4) del Espíritu Santo. Él realiza el milagro del nuevo nacimiento cuando alguien cree en Cristo  (Tito 3:5) y habita en el creyente (1 Cor 6:19) capacitándolo para llevar una vida de santidad (Gálatas. 5:16, 22-23).

Creemos que el Espíritu Santo coloca y bautiza  a todos los creyentes en la Iglesia al momento de su conversión (1 Cor 12:12-13). El Espíritu Santo nos identifica como hijos de Dios (2 Cor 1:22) y garantiza (Efe 1:14) nuestra herencia eterna en los cielos. El Espíritu Santo reparte dones a cada creyente (1 Corintios 12:4-7) y da los recursos necesarios para la edificación del cuerpo de Cristo (1 Corintios 14:12; Hechos 1:8).

Creemos en la existencia de ángeles: seres santos y con facultades especiales, aunque limitadas (Heb 1:6-7,14), creados por Dios para Su
servicio. Sirven a Dios adorándolo (Isa 6:13), como mensajeros (Hch 10:3) y haciendo su voluntad en esta tierra (Gen 19:15). Siendo seres
creados no deben ser adorados (Apoc 19:10; 22:8-9) ni se les debe rendir culto (Col 2:18).

Creemos en la existencia de Satanás: un ángel poderoso y hermoso quien quiso usurpar la posición y gloria de Dios (Isa 14:12-17; Eze 28:11-19). Satanás se rebeló contra Dios y arrastró una parte de los ángeles en su caída, (Apoc 12:3-4) a los cuales conocemos hoy como demonios y ángeles caídos (Efe 6:12).

Creemos que Satanás es enemigo de Dios y de los seres humanos. (Job 1:6-11; Juan 10:10; 1 Ped 5:8-9). Es el príncipe del sistema mundano y padre de los desobedientes (Efe 2:2). Satanás es la personificación y expresión del mal en personalidad y carácter (8: Juan 44). Aunque fue despojado de la posición elevada a la que fue destinado originalmente, aún mantiene un lugar de poder y autoridad reconocidos (Jn.14:30; 2 Cor 4:4).

Creemos que fue derrotado mediante la muerte y resurrección del Señor Jesucristo (Gén 3:14-15; Rom 16:20; Col 2:15) y que será castigado eternamente en el lago de fuego junto con los demonios y los ángeles caídos. (Apoc 20:10-15).

Creemos que el hombre y la mujer fueron creados a imagen y semejanza de Dios (Gen 1:26), sin pecado (Gen 1:31). El ser humano pecó trayendo como consecuencia su muerte espiritual  y física (Gen 3:19), muerte que ha sido transmitida a toda la raza humana (Rom 5:12,14,17). Todo ser humano es malo por naturaleza (Rom 3:10-19) lo cual lo incapacita para cumplir la ley de Dios (Rom 7:7; Stg 2:10) y también se encuentra bajo el poder de Satanás (Efe 2:1-3, 1 Juan 3:8), sin posibilidad de salvación aparte de la intervención de Dios.

Creemos que el hombre y la mujer son creados con una identidad sexual única (Gen 1:27). Dios mismo es quien  crea e instituye el matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer (Gen 2:18-25).

Creemos que debido a la corrupción del pecado y el orgullo de la humanidad sus deseos e inclinaciones sexuales han sido distorsionados (Rom 1:21-27) pero pueden ser restaurados por la gracia de Dios en Cristo Jesús y la obra transformadora de su Espíritu.

Creemos que la vida del ser humano comienza en el momento de su concepción (Salmos 139:13-15) y que toda vida es sagrada a los ojos de Dios.

Creemos que el Señor Jesús, que existe eternamente como Dios (Juan 1:1), fue concebido por el Espíritu Santo en María, siendo ella virgen (Lucas 1:30-35) y que nació en este mundo, siendo Él sin pecado (Heb 4:14-15) completamente humano y al mismo tiempo absolutamente divino (Filp 2:5-7).

Creemos que el Señor Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Juan 1: 29). Durante su ministerio en esta tierra El Señor Jesús proclamó que el Reino de Dios había llegado (Mateo 12:28). Sus palabras tenían autoridad (Luc 4:32), sus obras demostraban su poder al sanar enfermos (Mateo 4:23), liberar a los oprimidos por el diablo (Marcos 1:34) y realizar milagros, y su ministerio siempre se caracterizó por ofrecer compasión y misericordia a quienes le rodeaban (Mat 9:36). Él dio Su vida en rescate por todos los seres humanos (Juan 3:16-17; 1 Tim 4:10).

Creemos que el Señor Jesús, después de morir, fue sepultado y resucitó al tercer día (1 Cor 15:3-4) en cuerpo físico glorificado (Fil 3:21), luego ascendió al cielo (Hch 1:9) a la derecha de Dios Padre (Efe 1:20) para preparar un lugar para nosotros (Juan 14:1-3).

Creemos que el ser humano no puede alcanzar la salvación por sus propios méritos, obras o ritos religiosos; más bien la salvación es un regalo de Dios que se recibe por fe (Efe 2:8-9). El creyente es declarado justo por Dios al confiar en Jesús para su salvación (Rom 3:26). Cristo cumplió todas las demandas de Dios quedando Su justicia satisfecha (Isa: 53:11; 2 Cor 5:21).  Quien cree en Cristo es salvo una vez y para siempre y se encuentra eternamente seguro (Juan 5:24; Rom 8:1).

Creemos que al ser salvos estamos completos en Cristo (Efe 1: 3; Col 2: 9, 10).

Creemos que todos los creyentes forman parte de la Iglesia, el cuerpo de Cristo (Efe 1:22-23), al ser bautizados en el Espíritu Santo (Rom 8:9; 1 Cor 12:12-13).

Creemos que cada creyente es un sacerdote, con plena libertad para relacionarse directamente (sin intermediarios) con Dios y servirle (I Pedro 2:5). No obstante, tenemos la responsabilidad de congregarnos en iglesias locales, donde podemos animarnos unos a otros, estudiar juntos la Biblia, y servirnos mutuamente (Heb 10:24-25).

Creemos que el bautismo en agua (Mat 28:19; Hch 18:7–8) por inmersión (Hch 8:38-39), y la Cena del Señor (Lucas 22:19–20; 1 Cor 11:26) son las ordenanzas para los discípulos de Cristo.

Creemos que el gobierno (dirección) de la iglesia local debe ser plural (Hch 14:23) y masculino (1 Tim 2:12) de parte de quienes cumplen requisitos específicos (1 Tim 3:1-7; Tito 1:5).

Creemos que la Iglesia debe estar involucrada activamente en el evangelismo, alcanzando a otros con el mensaje de salvación sólo en el Señor Jesús (Mat 28:19) con compasión y amor (Gal 6:9,10). Así mismo la Iglesia debe estar edificando a los creyentes, fortaleciéndolos (Efe 4:16).

Creemos que cada creyente es llamado a tener un testimonio de vida consecuente con su fe, que impacte su mundo con el fin de atraer a muchos a Cristo (Juan 17:18;2 Cor 5:18–20; Tito 2:10). El Espíritu Santo capacita a cada persona salva para el servicio (1 Cor 12:4–11).

Creemos que el creyente ha sido llamado para andar conforme a lo que ordena Dios (Rom 6:11–13). Sin embargo, necesitamos que Dios nos dé tanto el deseo como la capacidad de obedecerle (Filip 2:13). Aun siendo habitados por el Espíritu Santo, seguimos teniendo deseos en nuestra carne que se opone a nuestra obediencia a Dios (Gal 5:17). Por eso, necesitamos mantenernos constantemente sujetos a Cristo, guiados por el Espíritu Santo (Gál 5:16; Efe 4:22–24; Col 2:6), para obtener victoria espiritual (Rom 8:37) y experimentar la vida abundante en Cristo (Juan 10:10). Si no nos sujetamos a Cristo, el pecado se manifestará en nuestras vidas, para nuestra derrota y deshonra de nuestro Señor (1 Juan 1:4-10 7; 2:28).

Creemos que, al ser miembros los unos de los otros (Rom 12:5), los seguidores de Cristo tenemos la responsabilidad de buscar la paz y tratarnos con amor, aunque tengamos diferencias (Efe 4:3-6; Col 3:14-15).

Creemos que la Biblia tiene un Autor divino (2 Tim 3:16) y diversos autores humanos (2 Ped 1:21). Las Escrituras, al ser inspiradas por Dios, necesitan de la guía e instrucción del Espíritu Santo (1 Cor 2:11-16), para ser interpretadas de una manera que discierna su verdad (Juan 16:13-14) y aplicación a la vida cotidiana, y glorifique a Dios llevando a la persona a Cristo (Juan 5:39). Tanto por su fuente divina como por la evidencia disponible, creemos que los sucesos históricos, los milagros, los personajes y las profecías registradas en la Biblia deben ser tomados de manera veraz y literal. Al ser escrita por autores humanos, debe ser leída e interpretada de tal manera que se tenga en cuenta sus contextos históricos, gramáticos, culturales, lingüísticos, literarios y geográficos. La autoría divina de la Biblia le da unidad y coherencia. Su unidad revela el plan de salvación que culmina en la persona y obra de Cristo (Heb 1:1-2).

Creemos que la interpretación de las Escrituras, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, debe conducir a Jesucristo (Lucas 24:44). En el Antiguo Testamento vemos evidencia de los patrones establecidos  por Dios a través de personajes, eventos y sucesos que al ser examinados a la luz del Nuevo Testamento se pueden identificar como prefiguraciones de Cristo.

Creemos que todo creyente, guiado por el Espíritu Santo y estudiando diligentemente, tiene la autoridad y capacidad de  interpretar las Escrituras, habiendo un solo significado de un pasaje y diversas aplicaciones a la vida diaria.

Creemos que Dios ha revelado Su plan de redención de manera progresiva, brindándole a la humanidad diferentes maneras de relacionarse con Él. A estas administraciones de Su gracia se le conocen como dispensaciones (Efesios 1:10).

Creemos que hay al menos cuatro dispensaciones diferentes; antes de la ley (Gen 1:28-30), la ley (Exod 19:3-7; Gal 3:17), la Iglesia (Efe 3:8-10) y el Reino futuro de Cristo (Apoc 20:4-6). Estas dispensaciones se diferencian la una de la otra en las responsabilidades de la humanidad delante de Dios. Al mismo tiempo, Dios ha determinado que la salvación del ser humano en cualquier momento de la historia es por gracia por medio de la fe (Rom 3:30), fundamentada en el sacrificio de Su Hijo Jesucristo (Hch 4:12). Aunque Jesús, encarnado, crucificado y resucitado no fue el objeto directo de la fe de los seres humanos antes de Su primera  venida, los creyentes a lo largo de la historia han puesto su fe en la redención de Dios de acuerdo a la revelación que les fue dada hasta el momento (Heb 11:7).

Creemos que Dios dio promesas específicas al pueblo de Israel en dispensaciones pasadas que aún están por cumplirse. Estas promesas incluyen aspectos espirituales, terrenales, nacionales y políticos. En la presente dispensación de la Iglesia, Dios está tratando con una comunidad compuesta por todas las personas que han puesto su fe en la obra y persona de Cristo, sin importar su etnia, nacionalidad, posición social o sexo (Gal 3:28). Esta comunidad se caracteriza principalmente por. la morada permanente del Espíritu Santo en los creyentes (Rom 8:9). Creemos que al final de los tiempos, en el Reino futuro de Cristo, Dios cumplirá Sus promesas para el pueblo de Israel y para la Iglesia, trayendo la redención definitiva de los creyentes y el juicio final a todos los que rechazaron Su oferta de gracia (2 Tes 1:6-10).

Creemos en el regreso inminente del Señor Jesús por Sus santos, el arrebatamiento (1 Tes 4:16-17). Todo creyente será juzgado por Dios por sus obras en el tribunal de Cristo (Rom 14:10; 2 Cor 5:10), no para salvación, sino para recompensa, según la fidelidad de su servicio al Señor (1 Cor 3:13-15). La Iglesia será la novia en las bodas del Cordero (Apoc 19:7-9).

Creemos que habrá sobre la tierra un periodo de siete años llamado la tribulación, en el cual, se cumplirán profecías específicas dadas al pueblo de Israel (Dan 9:27; Mat 24:15-28). Durante ese tiempo se manifestará el Anticristo (2Tes 2:7-12) y la humanidad experimentará la terrible ira de Dios (Apoc 16).

Creemos que, al finalizar la tribulación, Cristo volverá con Sus santos a la tierra para ocupar el trono de David (Mat 25:31; Lucas 1:31-33) y para establecer un reinado de paz, justicia y prosperidad (Isa 35) sobre la tierra que durará mil años (Apoc 20:4). Al final del milenio, Satanás será suelto de su prisión y esto llevará a la confrontación final de Dios con la maldad (Apoc 20:7-9).

Creemos que Satanás será arrojado al lago de fuego y azufre (Apoc 20:10) y que Dios resucitará y juzgará en el gran trono blanco a todos aquellos que a lo largo de la historia rechazaron la gracia de Dios. (Juan 3:36; Apoc 20:11-15).

Creemos que Dios traerá una nueva tierra donde morarán los redimidos como un solo pueblo gobernado por el Dios por siempre. (1 Cor 15:24-28; Apoc 21:1-7). Esta gloriosa esperanza nos motiva a la adoración a Dios, a depender de Él y a vivir para Su gloria (2 Ped 3:10-14; 1 Juan 3:1-3), aún en medio de las dificultades presentes (2 Cor 4:17).